La bulla o bula (del latín, bulla, "burbuja"), en la Antigua Roma, era un colgante que llevaba dentro un amuleto que se ponía a los niños varones nueve días después de su nacimiento. Se llevaba alrededor del cuello, como amuleto para proteger a su portador contra los malos espíritus.
Los niños romanos nacidos libres seguirían llevando la bulla, junto a la toga praetexta, hasta la edad de portar la toga viril, a los 16 años, cuando pasaban a la edad de la adolescencia y llegaban a ser ciudadanos romanos. Se guardaba entonces con sumo cuidado, consagrándola a los dioses Lares o a Hércules. La podían volver a sacar en ocasiones especiales, como cuando llegase a general y dirigiera un desfile triunfal de sus tropas. El ponerse la bulla durante esas ceremonias le protegería contra las fuerzas del mal y las envidias de los hombres. Incluso, los más pobres, en su momento llevaban por bulla un nudo en su cinturón.
Normalmente redonda (también en forma de corazón o saco) usualmente se colgaba al cuello y podía contener diferentes amuletos protectores en metal o piedras preciosas pero también plantas.
Su utilización, se extendió desde las capas más ricas, la de nacidos libres hasta los libertos y finalmente, los siervos, sucediendo como en otras civilizaciones anteriores, donde la creencia en los beneficios de este tipo de amuletos, al principio, hacen que sean utilizadas las bullas por unos pocos y luego las terminan utilizando hasta los sectores sociales más bajos.
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